El wabi sabi 侘寂 es una apreciación
estética de la evanescencia de la vida. Las imágenes wabi sabi nos obligan a
contemplar nuestra propia mortalidad y evocan una soledad existencial y una
delicada tristeza. También provocan un alivio agridulce, ya que sabemos que
toda existencia comparte el mismo destino.
Paula Fernández González
Alex González Coronado
Los japoneses de hoy día
siguen mostrándose muy reacios a adoptar cualquier definición generalizada del wabi
sabi. La característica atracción y afición japonesa por la ambigüedad ha
ayudado a mantener y cultivar la especialísima aura que rodea a este concepto.
En realidad, el hecho de no poder definirlo es lo que lo convierte en algo tan
especial y sagrado, y es debido sobre todo a este rasgo que todavía perdura en
la actualidad.
Aunque casi todos los
japoneses dirán que entienden la emoción del wabi sabi, al fin y al
cabo se supone que es uno de los conceptos esenciales de la cultura japonesa,
muy pocos pueden expresar esta emoción.
¿Por qué es así? En parte,
quizás es porque el idioma japonés es apropiado para comunicar matices de
humor, vaguedad, y la lógica del corazón, pero no lo es tanto para explicar
conceptos de una manera racional. Pero la razón principal es que la mayoría de
los japoneses nunca han aprendido lo que es el wabi sabi en
términos intelectuales, ya que no hay libros ni profesores que lo enseñen.
A lo largo de la historia
se ha impedido deliberadamente la comprensión racional del wabi sabi.
Casi desde sus comienzos el wabi sabi se ha asociado con el
budismo Zen. En muchos aspectos, podría denominarse incluso el Zen de las
cosas, puesto que ilustra muchos de sus principios espirituales y filosóficos.
Los primeros japoneses que
tuvieron relación con el wabi sabi, maestros, sacerdotes y monjes,
practicaban el Zen y estaban impregnados de su mentalidad. Uno de los
principales temas de este pensamiento es un agudo antirracionalismo. En esta
doctrina el conocimiento esencial sólo se puede transmitir de pensamiento a
pensamiento, no a través de ninguna palabra escrita o hablada. El budismo Zen
siempre ha recelado de los riesgos de lenguaje y lo ha considerado como el
mayor obstáculo para una verdadera comprensión. La frase furyu monji,
literalmente «no depender de palabras ni textos», denota el concepto Zen según
el cual las palabras no pueden transmitir una comprensión profunda. Los que
saben no dicen, los que dicen no saben. A nivel pragmático, este precepto está
destinado a reducir las interpretaciones erróneas de conceptos que se prestan a
malentendidos. Como consecuencia, se podría decir que se ha evitado
cuidadosamente dar una definición clara y descriptiva del wabi sabi.
Algunos críticos japoneses
opinan que el wabi sabi necesita mantener sus cualidades
misteriosas y elusivas, difíciles de definir, porque la inefabilidad es parte
de su singularidad. Creen que el wabi sabi un fin en sí mismo,
que nunca puede llegar a captarse del todo. Desde esta posición ventajosa, un
conocimiento parcial o indefinible es, simplemente, otro aspecto de la cualidad
de “incompleto” inherente al wabi sabi.
Origen
La palabra wabi procede
del verbo wabu, que significa languidecer, y del adjetivo wabishii,
que se usaba para describir los sentimientos de soledad, desolación y desdicha.
Sin embargo, los literatos de los periodos Kamakura y Muromachi usaron estas
connotaciones negativas de una forma mucho más positiva para expresar una vida
que se había liberado del mundo material. Así, wabi, significa
realmente «pobreza», es decir, no depender de las cosas terrenas —riqueza,
poder, reputación— y sin embargo sentir interiormente la presencia de algo
sumamente valioso por encima del tiempo y la posición social: esto es lo que en
esencia constituye wabi.
Una vida de pobreza era el
ideal Zen al que aspiraban los monjes que deseaban alcanzar la verdad última de
la realidad, de ahí que surgiera, de estas imágenes negativas, el ideal de una
persona que ha trascendido el deseo de gozar de las comodidades del mundo físico
y ha conseguido encontrar la paz y la armonía en la vida de lo más sencillo. Se
aprende a ser autosuficiente con la insuficiencia de las cosas.
La palabra sabi intenta
transmitir una sensación de desolación. Implica un espíritu de absoluta soledad
y la idea de que no hay nada que permanezca inmutable y de que todos los seres
vivos están destinados a morir. Procede del vivo deseo que sentimos de
recuperar el mundo de nuestra infancia, el mundo del momento presente, no
definido por el lenguaje o los valores que constituye una pura experiencia de
la realidad.
La soledad, por ejemplo, de
un trozo de verde en la incipiente primavera comunica la idea de sabi o wabi,
pues en ese pequeño rincón de verdor está contenida la sugerencia de la fuerza
vital en medio de la desolación del invierno, como podemos observar en el
siguiente poema de Fujiwara Iyetaka, poeta japonés del siglo XII:
A quienes solo anhelan que
florezcan los cerezos,
¡como me gustaría
enseñarles la primavera
que resplandece desde unas
matas de hierba verde
en la aldea de montaña
cubierta por la nieve!
Es solo un tímido atisbo
del poder de la vida lo que se afirma en la forma de un pequeño trozo de tierra
cubierto por la hierba, pero quien tenga la adecuada capacidad de percibir
podrá discernir a la primavera que comienza su expansión bajo la nieve.
Estética
El wabi sabi es
el rasgo más notable y característico de lo que consideramos la belleza
tradicional japonesa. A grandes rasgos, ocupa la misma posición en el panteón
japonés de los valores estéticos que los ideales griegos de belleza en Occidente.
Representa exactamente lo opuesto a los ideales occidentales de gran belleza
como algo monumental, espectacular y duradero. No se encuentra en momentos de
eclosión y exuberancia de la naturaleza, sino en momentos de asentamiento y
principio. El wabi sabi no trata de flores maravillosas,
árboles majestuosos o escarpados paisajes. Es lo intrascendente y lo oculto, lo
provisional y lo efímero: cosas tan sutiles y evanescentes que resultan
invisibles para la mirada ordinaria.
Fujiwara no Sadaie, poeta
japonés del siglo XII, escribió un poema del cual se dice que capta el espíritu
del wabi sabi:
Miro a lo lejos
y no veo cerezos
ni hojas matizadas:
sólo una modesta cabaña en
la playa
a la luz de un atardecer de
otoño.
El wabi sabi es
una comprensión de la belleza que reside en lo modesto, lo rústico, lo
imperfecto, incluso en lo decadente, una sensibilidad estética que halla una
melancólica belleza en la impermanencia de todas las cosas.
Puede hallarse belleza en
la fealdad. La belleza del wabi sabi es, en cierto sentido, el
hecho de aceptar lo que se considera feo. Sugiere que la belleza es un
acontecimiento dinámico que se produce entre uno mismo y algo más; es pues, un
estado de alteración de la conciencia.
El wabi sabi es
una apreciación estética de la evanescencia de la vida. Las imágenes wabi
sabi nos obligan a contemplar nuestra propia mortalidad y evocan una
soledad existencial y una delicada tristeza. También provocan un alivio
agridulce, ya que sabemos que toda existencia comparte el mismo destino.
El estado mental wabi
sabi se comunica a menudo a través de la poesía. Rikyu
utilizó este poema de Fujiwara no Teika, poeta japonés del siglo XII, para
describir el estado de ánimo wabi sabi:
Alrededor, ninguna planta
en flor
ningún destello de las
hojas de arce,
únicamente una solitaria
choza de pescador
en la orilla a media luz
de este principio de otoño.
Las cosas wabi sabi son
expresiones del tiempo congelado. Están hechas de materiales que son
visiblemente vulnerables a los efectos del tiempo y del trato humano. Registran
el sol, el viento, la lluvia, el calor y el frío en un lenguaje de
decoloración, óxido, deslustre, manchas, torsión, contracción, marchitamiento y
grietas. Las cosas wabi sabi se aprecian sólo mediante el uso
y el contacto directo; nunca se encierran en un museo. Tienen una cualidad
vaga, desdibujada o atenuada, tal como les pasa a las cosas cuando se acercan a
la nada o provienen de ella.
El inestimable contenido
debe permanecer ahí de forma completamente auténtica, debe estar como si no
estuviera; más bien, debería ser descubierto accidentalmente. En principio no
se sospecha de la presencia de nada extraordinario, sin embargo, detrás de un
examen más atento, una mina de oro auténtico brilla de forma inesperada. Pero
el oro en sí mismo permanece siempre idéntico, se le haya descubierto o no.
Retiene su realidad, esto es, su autenticidad para sí mismo, indiferente a las
circunstancias.
Por tanto, mientras que wabi significa
ser verdadero para sí mismo, la importancia estética de la idea de sabi reside
en la estima por las cosas que sugieren edad, desecación, entumecimiento,
frialdad, oscuridad, por toda una serie de sentimientos negativos que son lo
opuesto a lo cálido, la primavera, el carácter expansivo, la transparencia,
etc. Son, de hecho, sentimientos que proceden de la pobreza y la carencia; pero
tienen también una cierta cualidad que los conduce a un elevado éxtasis
estético. En alguna medida, wabi es sabi, y sabi es wabi;
son términos intercambiables.
En el bosque, profundamente
enterradas en la nieve,
la noche pasada, una rama
de ciruelo abrió sus flores.
Bibliografía
Juniper, Andrew, Wabi
Sabi. El arte de la impermanencia japonés, Ediciones Oniro S.A., Barcelona,
2004.
Kakuzo, Okakura, El
libro del té, José J. de Olañeta Editor, Palma de Mallorca, 2005.
Koren, Leonard, Wabi-sabi
para artistas, diseñadores, poetas y filósofos, Sd Edicions, Barcelona,
2006.
T. Suzuki, Daisetz, El
Zen y la cultura japonesa, Ediciones Paidós Ibérica S.A., Barcelona, 1996.
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